Tomando en cuenta los postulados de John Bowlby, psicoterapeuta infantil, destacado por sus investigaciones en torno a la teoría del apego y la base segura, se puede resaltar el impacto que tiene el tipo de vínculo que se establece durante el primer año de vida entre padres/cuidadores y el infante, el cual marcará de manera esencial el desarrollo y la personalidad de un individuo. Parece fundamental desde el punto de vista de la psicología, la pedagogía y el desarrollo humano, promover la conciencia y la sensibilidad de todos los actores sociales involucrados en la promoción del desarrollo integral de la familia, para que colaboren por todos los medios posibles, a que las madres/ padres y/o cuidadores puedan fortalecer este vínculo de manera efectiva y con ternura a temprana edad, colaborando así en la construcción de infancias sanas.
La construcción de una base segura en el primer año de vida, basada ésta no solo en los cuidados oportunos y la atención a las necesidades primordiales del bebé, sino en brindar estos cuidados con conciencia, empatía, respeto y amor, brindará a la niña/niño la posibilidad de una óptima autovaloración, de tal manera que ésta/e nunca llegue a dañarse, a permitir que lo dañen o dañar a otros en su etapa infantil, de adolescente y de adulto.
“Las experiencias adversas de la infancia tienen efectos de dos tipos, por lo menos, en primer lugar, hacen al individuo más vulnerable a posteriores experiencias adversas. En segundo, hacen que existan más posibilidades de que él o ella se enfrenten con otras experiencias semejantes” Bowlby (1998).
Una base segura y una crianza con ternura y respeto dotan a cualquier infante de la protección y seguridad emocional que se necesita para desarrollarse con salud y bienestar. Diversas investigaciones revelan que muchas patologías, aberraciones de conducta, síntomas neuróticos, se deben en buena medida, a las interacciones negativas que han tenido lugar durante los primeros años de vida.
Pawlbly y Wolkind aseguran que “Las mujeres cuya infancia ha sido perturbada tienden a entablar con sus hijos una menor interacción que la que entablan madres con infancias más felices” Bowlby (2004).
El masaje infantil es una tradición milenaria y una técnica invaluable que favorece el apego de manera sencilla y amorosa. Los elementos y valores que éste contienen: contacto piel a piel, conexión visual, intercambio verbal, respeto, intimidad, disponibilidad, apertura, un ritmo pausado de dar y recibir, empatía y aceptación positiva incondicional, aseguran la calidad del vínculo y la efectividad de este en el desarrollo integral del infante.
Sin duda la práctica del masaje infantil y la actitud positiva con la que la madre/padre y/o cuidadores ofrecen el masaje, fortalecerá la vida emocional del infante nutriéndolo positivamente. El masaje infantil brinda a madres/padres e hijos un espacio de intimidad y gozo, que repercutirá de manera positiva en el vínculo de estos y el bienestar de la familia. Madres y padres de todo el mundo, que han practicado el masaje infantil en los primeros años de vida de sus hijos, reportan la experiencia como algo placentero y de gran trascendencia en el vínculo con los mismos/as
“El masaje puede ayudar al progenitor a entender de forma intuitiva a su bebé, ya que le mantiene en contacto con el lenguaje corporal del niño, sus señales no verbales y sus diferentes tipos de llanto. Escuchar de una forma activa y comprensiva… requiere empatía, una gran dosis de amor verdadero y sobre todo respeto por experiencia del niño” Schneider (2002).
Aquellas personas que han sido respetadas en su esencia y amadas sin condiciones desde los primeros años de vida, que han tenido buenas interacciones e intercambios emocionales con sus padres y cuidadores, definitivamente crecen con mejores recursos personales para hacerse cargo de su propia vida y poder desenvolverse en ella con bienestar y salud, que aquellos que no recibieron ese respeto. El masaje infantil brindará un soporte emocional y un acompañamiento humano, eficaz e invaluable, para el desarrollo integral de cada infante, que junto con otras prácticas naturales (lactancia materna, colecho, arrullo, caricias…) dotará al pequeño/a de confianza, seguridad, contención, respeto y libertad, elementos claves para la autonomía y para enfrentar en el futuro favorablemente la propia vida.
A lo largo de la vida adulta, la disponibilidad de una figura de apego sensible sigue siendo la fuente del sentimiento de seguridad de una persona. “Todos nosotros, desde la cuna hasta la tumba, somos muy felices cuando la vida está organizada como una serie de excursiones, largas o cortas, desde la base segura fortalecida siempre por el apoyo incondicional y la presencia de nuestra figura o figuras de apego” Bowlby (2004).
No dudemos en promover desde diferentes trincheras, aquellas prácticas, como lo es el masaje infantil, que favorecen el entendimiento, el respeto y el cuidado de unos por otros, desde el seno de la familia y en la primera infancia, construyendo así relaciones sanas, genuinas y positivas que impacten de manera favorable la construcción de comunidades más empáticas y respetuosas, favoreciendo así el tejido social.
Claudia Ruiz Rodríguez
Maestra en Desarrollo Humano
Presidenta de REMI